Veo con mucho gusto que están en Zone Zero las fotografías de Kattia García, pertenecientes a su ensayo "La boda", de 1989. Ese es un trabajo que está hecho desde una perspectiva femenina, lo que en la fotografía cubana no era muy usual en aquella época. Si descontamos las series "Para concebir" (1986) y "Recuerdos de nuestro bebé" (1988) de Marta María Pérez, y "Una historia en 70 páginas" (1988) de Consuelo Castañeda, no quedan muchos otros ejemplos contemporáneos del uso de la fotografía para realizar lo que la historiadora Dannys Montes de Oca califica como "socialización del género". Me queda pendiente discutir el énfasis que pone Dannys en presentar la obra de María Eugenia Haya (Marucha) como introductorio de una "lógica de la diferenciación de género" en la fotografía cubana. Respeto mucho los aportes de Marucha, pero todavía no estoy convencido de que vengan en esa dirección.
En lo que sí coincido con Dannys es en reconocer la perfección formal de "La boda" y su aporte en el relato de un cuerpo femenino sometido (casi con violencia) a las convenciones y los instrumentos del ritual del matrimonio. Dannys lo describe muy bien, en uno de los pasajes más elocuentes de su texto:
La novia, puesta al desnudo por Katia, (y no precisamente por Duchamp) establece lazos cuyas lías y nudos nunca dejan espacio al erotismo y la fantasía visual de la ceremonia tradicional. Deviene un calvario de pequeños sucesos que la autora pulsa con empeño moviéndonos de lo sublime a lo ridículo, de la risa a la congoja, y de la esperanza al dolor. Cada “cuadro” presenta la boda como opción, escape, o búsqueda de soluciones. Tanto el ritual de vestirse como los atuendos (la novia que se asea, se pinta las manos, se hace los rolos (sic), se peina, entra en la saya paradera, se ahoga de calor, se mira ante el espejo) nos presentan su entorno, sus circunstancia, su familia, sus amigos y vecinos. Ventanas y puertas, luces naturales o artificiales sugieren escape, salida de aquel espacio pequeño, claustrofóbico, pobre, necesitado. Finalmente, vestida y desesperada, la novia sale a la calle, al carro elegante, al salón protocolar. Su mirada esquiva, ausente, poco o nada nos dice de su felicidad.
Este es uno de los mejores ensayos fotográficos realizados en Cuba, en el tránsito de la década de 1980 a la de 1990. A partir de esta obra yo comencé a mirar la fotografía documental cubana con menos prejuicios. Es decir, me sentí más confiado ante la posibilidad de que se hiciera una foto documental con inteligencia, con agudeza, con un sentido crítico de la realidad y con elementos conceptuales que fueran sólidos sin ser abrumadores.
Durante las décadas anteriores solamente se podía constatar esta veta intelectual en unos pocos fotógrafos (ahora sólo se me ocurren Mario García Joya, Marucha y Jesse Fernández, cuyo paso por la fotografía cubana fue tan fugaz como inobviable). Los otros "clásicos" de la fotografía cubana (pienso en figuras como Constantino Arias y Raúl Corrales) hicieron más gala de intuición que de intelectualización, trabajaron más desde el ojo y el control técnico del dispositivo fotográfico que desde la conceptualización del hecho fotográfico.
Con "La boda", de Kattia García (y, casi simultáneamente, con "Zoo-logos", de Eduardo Muñoz Ordoqui) yo abrigué la esperanza de que la fotografía cubana iniciaría una nueva etapa, en la que se harían más consistentes las combinaciones entre el dominio técnico, la agudeza visual y la intencionalidad conceptual. Ahora no soy tan optimista, porque he notado que la balanza siempre se inclina de un lado o del otro, y que es muy difícil encontrar fotógrafos que tengan ese grado de integridad. Por el momento "La boda" de Kattia García sigue siendo una honrosa excepción...
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