sábado, 17 de enero de 2009

Elogio de la avena

Ya han pasado cincuenta años desde el día en que Fidel Castro tomó el poder en Cuba, y es un buen pretexto para revisar el impacto que ha tenido y sigue teniendo en el arte cubano el peculiar régimen político que impera en mi país. Pese a haber vivido fuera de Cuba durante los últimos 12 años, hay razones muy obvias para que mantenga mi interés en la producción artística y en la literatura sobre arte que se generan en Cuba, y también en las que generan los cubanos emigrados. Las posibilidades de relacionarse con ese mundo del arte cubano son ahora mayores, dadas las opciones que ofrecen el Internet y otros medios.

He notado que una gran parte de los textos que he venido publicando en mi blog Cartas a Giselle, tienen que ver con arte cubano, así que preferí otorgarles un espacio privilegiado. Creo que así podré concentrarme también en darle a Cartas a Giselle un perfil más cercano a su propia definición: la crítica de arte entre lo público y lo privado.

De pronto esto suena como una especie de justificación no solicitada. Y la verdad es que he tenido muchas dudas antes de decidirme a dedicar un blog específicamente a temas cubanos, aun cuando se trate de temas artísticos (aunque la verdad es que ningún tema relacionado con Cuba podría mantenerse al margen de lo político).

De todas formas no me incomoda la politización de las lecturas, ni la politización de mi propia escritura, sino más bien la "cubanización" del estilo; ya saben, esas discusiones donde abundan las descalificaciones, los chismes, la vulgaridad, los resentimientos y las faltas de ortografía.

Para mi tranquilidad, es probable que los temas que me interesan no sean muy populares entre el llamado "exilio cubano", y que este blog siga teniendo un perfil bajo, como el que yo mismo he mantenido durante todos mis años de trabajo como escritor y crítico de arte.

Desde su propio título este blog define cuál es mi punto de vista sobre la llamada "revolución cubana". Nací en 1965, y no recuerdo haber vivido en una sociedad "revolucionaria" durante ninguno de los 31 años que pasé en Cuba. Lo que sí recuerdo (porque además, me dejó marcado para siempre) es la experiencia de no poder escoger entre la avena y el azúcar y el tener que aplaudir porque supuestamente tenía todo el heno que necesitaba.

Por cierto, hoy desayuné avena, y estaba deliciosa...